El cannabis es una sustancia psicoactiva cuyo uso recreativo o medicinal es legal en algunos países y regiones, aunque en otros está regulado o prohibido. Se obtiene de la planta de cannabis y se consume principalmente en forma de flores secas (marihuana) o de resina (hachís), que se fuman, vaporizar o ingieren. Su principal componente psicoactivo, el THC, produce efectos como la relajación, la alteración de la percepción sensorial y del tiempo, y euforia o sensación de bienestar, aunque también puede provocar ansiedad o paranoia en algunas personas.
Coloquialmente y en diferentes entornos se puede hacer referencia a él como: hierba, maría, porro, mota, ganja, entre otros términos.
Presentación y formas de consumo
El cannabis puede presentarse de distintas maneras, según la parte de la planta que se utilice, su grado de procesamiento y las preferencias culturales o personales.
Flores secas o cogollos: son la forma más común y se obtienen directamente de las flores de la planta. Su color suele ser verde con matices anaranjados o morados, dependiendo de la variedad.
Resina o hachís: concentrado que se obtiene de los tricomas, pequeñas estructuras que recubren la superficie de la planta de cannabis. Suele presentarse en forma de pequeñas placas o bloques de color marrón, negro o dorado.
Extractos o concentrados: incluyen aceites, ceras o cristales de cannabis (por ejemplo, BHO, rosin o shatter). Tienen un contenido de THC o CBD muy elevado.
Comestibles: preparados con cannabis, como galletas, brownies, caramelos o infusiones, en los que la sustancia activa se mezcla con grasas o aceites para facilitar su absorción.
El cannabis puede consumirse de diferentes maneras, según el contexto y la preferencia de la persona.
Fumado: en cigarrillos enrollados (porros o canutos), pipas o bongs. Es una de las formas más extendidas de consumo.
Vaporizado: con vaporizadores que calientan la planta o el concentrado sin llegar a quemarlo, liberando los compuestos activos en forma de vapor.
Ingerido: en alimentos o bebidas elaboradas con cannabis, como infusiones, repostería o aceites.
Sublingual: con aceites o tinturas que se colocan debajo de la lengua para una absorción más rápida.
Uso tópico: cremas, ungüentos o bálsamos que contienen cannabis, utilizados con fines medicinales o cosméticos.
Inicio y duración de los efectos
El cannabis tiene un inicio de acción relativamente rápido, que varía según la forma de consumo, la cantidad utilizada, la tolerancia individual y si se ha comido previamente.
Inicio: los primeros efectos suelen aparecer en pocos minutos (1-10 minutos) tras la inhalación (fumado o vaporizado) y tardan más en aparecer cuando se consume por vía oral (30 minutos a 2 horas).
Pico máximo: los efectos máximos suelen alcanzarse entre los 15 y 30 minutos después de la inhalación, o entre 2 y 3 horas tras la ingesta oral.
Duración: los efectos pueden mantenerse durante varias horas (2-4 horas para la inhalación, hasta 6-8 horas para la ingesta oral), dependiendo de la cantidad consumida y la potencia del producto. Los efectos residuales (como la somnolencia o la falta de concentración) pueden prolongarse hasta el día siguiente, especialmente en dosis elevadas.
El consumo continuado o en grandes cantidades aumenta la duración e intensidad de los efectos.
Efectos deseados y efectos adversos
El consumo de cannabis, especialmente en contextos recreativos o de ocio, suele buscar:
- Sensación de euforia y bienestar.
- Relajación y reducción de la ansiedad momentánea.
- Aumento de la percepción sensorial (colores, sonidos, sabores).
- Sensación de “desconexión” o distanciamiento de las preocupaciones.
- Estimulación de la creatividad o la introspección.
Estos efectos deseados están relacionados con la interacción de los cannabinoides (especialmente el THC) con el sistema endocannabinoide, que modula el estado de ánimo, la memoria y la percepción sensorial.
Efectos adversos
El cannabis también puede provocar efectos no deseados, incluso en consumos moderados:
- Dificultades en la coordinación motora y el equilibrio.
- Alteraciones en la memoria a corto plazo y la atención.
- Sequedad de boca y ojos.
- Náuseas y mareos.
- Cambios emocionales: ansiedad, paranoia o irritabilidad.
- Mayor riesgo de accidentes o conductas de riesgo (por la disminución de la coordinación y el juicio crítico).
En casos de consumo excesivo:
- Episodios de pánico, paranoia o alucinaciones.
- Somnolencia intensa o sensación de “bloqueo” mental.
A largo plazo, el consumo continuado o excesivo de cannabis puede llevar a:
- Problemas respiratorios (en caso de fumar).
- Alteraciones cognitivas (dificultades de memoria, aprendizaje y atención).
- Trastornos emocionales (ansiedad, depresión o psicosis en personas vulnerables).
- Desarrollo de dependencia y síndrome de abstinencia (insomnio, irritabilidad, disminución del apetito, inquietud).
Riesgos de la sobredosis
Aunque el cannabis no suele causar una sobredosis mortal como el alcohol u otras drogas, el consumo excesivo en un corto periodo de tiempo puede producir efectos muy intensos y desagradables que requieren atención.
Los principales riesgos y síntomas de una “sobredosis” de cannabis incluyen:
- Desorientación y confusión intensa: la persona puede no reconocer su entorno o a las personas.
- Ansiedad o pánico severo: episodios de paranoia o crisis de ansiedad muy intensas.
- Alucinaciones: percepción distorsionada de la realidad o experiencias psicóticas transitorias.
- Somnolencia extrema o letargo: dificultad para mantenerse despierto o alerta.
- Náuseas y vómitos intensos: especialmente en consumidores no habituales o tras consumir comestibles con dosis elevadas de THC.
- Alteraciones en la frecuencia cardíaca: taquicardia o, en menor medida, bradicardia (ritmo cardíaco lento).
- Mareos y riesgo de caídas o accidentes: por la pérdida de coordinación motora.
Aunque en la mayoría de los casos estos efectos desaparecen con el tiempo y reposo, si se observan síntomas como convulsiones, pérdida de conciencia, dificultades respiratorias graves o alteraciones del ritmo cardíaco muy intensas, se recomienda buscar asistencia médica urgente o llamar al teléfono de emergencias 112.
Efectos en las relaciones sexuales
El consumo de cannabis puede influir en la actividad sexual de diversas maneras, según la cantidad, la forma de consumo y las características de la persona.
Aumento de la libido y la sensibilidad: en dosis moderadas, el cannabis puede intensificar las sensaciones físicas y emocionales, potenciando el deseo sexual y la conexión con la pareja.
Relajación y reducción de la ansiedad: el efecto ansiolítico del cannabis puede facilitar la comunicación, la cercanía y el disfrute de la relación sexual, especialmente en personas con inhibiciones o preocupaciones.
Alteraciones en el rendimiento sexual: aunque puede aumentar la excitación y la sensibilidad, un consumo excesivo puede dificultar la respuesta sexual, como la erección o la lubricación, y puede generar distracciones, somnolencia o falta de concentración que afectan la calidad del encuentro.
Riesgos en las relaciones sexuales
El consumo de cannabis también puede tener un impacto en las relaciones sexuales y en la toma de decisiones durante la actividad sexual. Algunos de los principales riesgos incluyen:
Disminución del autocuidado y de la percepción del riesgo: el efecto desinhibidor y la alteración de la percepción pueden llevar a mantener relaciones sexuales sin preservativo ni otras medidas de protección, aumentando la exposición a infecciones de transmisión sexual (ITS).
Alteración del juicio y el consentimiento: bajo los efectos del cannabis, puede ser más difícil evaluar adecuadamente las señales de consentimiento o los límites propios y de la pareja/s, lo que incrementa el riesgo de situaciones incómodas, no deseadas o incluso abusivas.
Problemas físicos durante la actividad sexual: el consumo excesivo puede provocar somnolencia, distracción, sequedad vaginal o dificultades en la respuesta sexual (erección, lubricación, orgasmo), lo que puede hacer la experiencia menos satisfactoria o generar molestias físicas.
Asociación de consumo y actividad sexual: la relación frecuente entre consumo de cannabis y la actividad sexual puede reforzar la dependencia emocional o psicológica de usar cannabis como “ayuda” para disfrutar o sentirse cómodo durante el sexo, dificultando la vivencia de relaciones sexuales satisfactorias sin la sustancia.
Interacción con otras drogas y fármacos
El cannabis puede interactuar con diversos medicamentos y otras drogas recreativas, potenciando sus efectos o generando reacciones adversas importantes.
Medicamentos depresores del sistema nervioso central (ansiolíticos, antidepresivos, somníferos, antipsicóticos)
- Potencia el efecto sedante y depresor.
- Riesgo de somnolencia excesiva, mareos, confusión, pérdida de coordinación o conciencia.
Alcohol
- Potencia la descoordinación motora, sedación y deterioro del juicio.
- Incrementa el riesgo de accidentes y lesiones.
Drogas estimulantes (cocaína, anfetaminas)
- Puede disminuir la sensación de alerta.
- Favorece el consumo excesivo y aumenta el riesgo cardiovascular.
Opiáceos y analgésicos opioides
- Intensifica somnolencia y confusión.
- Aumenta riesgo de depresión respiratoria en consumos elevados.
Anticoagulantes y medicamentos cardiovasculares
- Puede alterar el metabolismo de fármacos.
- Incrementa riesgo de sangrado y complicaciones cardiovasculares.
Antiepilépticos
- Modifica niveles plasmáticos de medicamentos para la epilepsia.
- Puede afectar el control de las crisis.
Inmunosupresores
Puede interferir en la eficacia de fármacos para trasplantes o enfermedades autoinmunes.
Antidiabéticos
- Podría afectar la regulación del azúcar en sangre.
- Puede alterar la eficacia de medicamentos para la diabetes.
Antipsicóticos
- Interfiere con la acción de antipsicóticos.
- Posible disminución de eficacia o aumento de efectos secundarios.
Anticoagulantes orales (warfarina y similares):
Puede aumentar riesgo de sangrado debido a interferencia en metabolización hepática.
Interacción con antirretrovirales (ARV) para tratar el VIH
El consumo de cannabis puede afectar de diversas maneras a las personas que están en tratamiento con antirretrovirales (ARV) para el VIH, tanto en la eficacia del tratamiento como en la salud general.
Adherencia al tratamiento: el consumo frecuente o problemático de cannabis puede influir en la rutina diaria y dificultar la toma regular y correcta de los medicamentos, lo que puede reducir la eficacia del tratamiento y aumentar el riesgo de resistencia viral.
Interacciones farmacológicas: algunos cannabinoides y antirretrovirales comparten vías de metabolismo hepático, principalmente a través de las enzimas del citocromo P450 (CYP450), lo que puede alterar las concentraciones plasmáticas de los medicamentos. Esto puede incrementar tanto la toxicidad como disminuir la efectividad del tratamiento, dependiendo del tipo de ARV y la cantidad de cannabis consumida. En particular, algunos inhibidores de la proteasa (como ritonavir o darunavir) pueden modificar significativamente cómo se metaboliza el cannabis y viceversa, afectando efectos y duración.
Efectos hepáticos: aunque el cannabis no está directamente asociado con daño hepático significativo, su consumo concurrente con ciertos ARV y en personas con coinfección por hepatitis B o C puede complicar la función hepática y la tolerancia al tratamiento.
Sistema inmunitario: el cannabis puede modular la respuesta inmunitaria, aunque sus efectos son complejos y no completamente aclarados; en algunos casos podría influir en la capacidad del organismo para controlar la infección y aumentar la vulnerabilidad a infecciones oportunistas. Además, sus propiedades inmunomoduladoras pueden afectar la inflamación crónica asociada al VIH, aunque aún se investiga su impacto clínico.
Efectos neuropsiquiátricos: tanto el cannabis como algunos ARV pueden producir efectos secundarios en el sistema nervioso central, como ansiedad, depresión, psicosis o dificultades cognitivas. Su combinación puede aumentar la incidencia o intensidad de estos síntomas.
Salud general: el uso continuado o en altas dosis de cannabis puede afectar la salud mental, la función pulmonar (si se consume fumado) y la calidad de vida, lo que puede repercutir en el pronóstico general de las personas con VIH.
Es recomendable compartir con tu equipo médico si consumes sustancias recreativas, así podrán acompañarte mejor y ajustar el tratamiento para cuidar tu salud de la forma más segura posible.
Más información sobre interacciones: Infodrogas-VIH del Grupo de Trabajo sobre Tratamiento del VIH (gTt-VIH).
Recomendaciones para reducir los riesgos
Reducir los riesgos asociados al consumo de cannabis permite minimizar los daños que su uso puede ocasionar. Si decides consumirlo, existen algunas estrategias que pueden ayudarte a cuidar tu salud y seguridad.
Controlar la dosis y la frecuencia
Comienza con cantidades pequeñas: si no tienes experiencia o hace tiempo que no consumes cannabis, empieza con dosis bajas para observar cómo reacciona tu cuerpo y evitar efectos adversos inesperados.
Escucha a tu cuerpo: presta atención a las señales que te da después de consumir y ajusta la cantidad según tu tolerancia, estado físico y emocional.
Toma descansos: evita consumir cannabis de forma continua o diaria para prevenir la tolerancia, dependencia o empeoramiento de la salud mental.
Evitar mezclar con otras sustancias
Infórmate sobre las interacciones: el cannabis puede interactuar con medicamentos, especialmente antirretrovirales (ARV), y con otras drogas recreativas, lo que puede aumentar riesgos o alterar efectos.
Evita combinar cannabis con alcohol o depresores del sistema nervioso central, ya que la mezcla puede potenciar la sedación, alteraciones cognitivas o ansiedad.
Método de consumo y cuidado físico
Utiliza métodos de consumo que reduzcan daños, como vaporizadores o comestibles, en lugar de fumar, para minimizar el impacto pulmonar.
Ten en cuenta que el cannabis ingerido (comestibles) puede tardar más en hacer efecto y durar más tiempo, por lo que hay que ser paciente y no aumentar la dosis rápidamente.
Mantente hidratado y come adecuadamente para evitar molestias físicas.
En entornos sexuales
Habla sobre límites y consentimiento: el cannabis puede alterar la percepción y la comunicación, por lo que es importante acordar claramente los límites y expectativas antes del consumo y la actividad sexual.
Usa protección (preservativos y barreras dentales) para prevenir infecciones de transmisión sexual (ITS).
Considera el uso de lubricantes adecuados para evitar daños físicos.
Infórmate y mantente al día en métodos preventivos como PrEP y PEP si estás en riesgo de VIH, así como en la realización periódica de pruebas de ITS.
Evitar consumir solo
Si decides consumir cannabis, hazlo en compañía de personas de confianza que puedan ayudarte en caso de reacciones adversas o emergencias.
Conocer los efectos y riesgos del cannabis te permitirá reconocer señales de ansiedad, paranoia o intoxicación y actuar a tiempo.
Establecer límites claros
Define y respeta tus límites de consumo para mantener el control y evitar episodios desagradables o el desarrollo de dependencia.
Comunica tus límites si consumes en grupo para reducir la presión social y tomar decisiones más seguras.
Consideraciones adicionales
Evita conducir o manejar maquinaria bajo los efectos del cannabis, ya que afecta la coordinación, el tiempo de reacción y la percepción.
Ten especial cuidado si tienes antecedentes personales o familiares de trastornos mentales, ya que el cannabis puede aumentar el riesgo de empeoramiento o aparición de síntomas psiquiátricos.
Consulta siempre con tu equipo médico sobre el consumo de cannabis, especialmente si estás en tratamiento con antirretrovirales u otros medicamentos.
