El alcohol es una sustancia psicoactiva legal en muchos países y ampliamente consumida, especialmente en forma de bebidas fermentadas o destiladas. Es un depresor del sistema nervioso central, aunque inicialmente pueda producir sensaciones de euforia o desinhibición. Su consumo en dosis moderadas o elevadas afecta las funciones cognitivas, el control motor y las emociones, y puede conllevar a una disminución de las inhibiciones y un aumento en la sociabilidad.
Coloquialmente y en diferentes entornos se puede hacer referencia a él como: copas, tragos, alpiste, priva, etc.
Presentación y formas de consumo
El alcohol suele presentarse en diferentes formas, dependiendo del tipo de bebida, su grado de fermentación o destilación y las costumbres de cada cultura.
Líquido transparente o de color: es la forma más común, presente en bebidas como el vodka, ron, ginebra, tequila o aguardiente.
Bebidas fermentadas de color oscuro o ámbar: como el vino tinto, la cerveza, el whisky o el brandy, donde la tonalidad varía según el proceso de elaboración y los ingredientes.
Licores y combinados: preparados que mezclan alcohol con azúcares, frutas u otros aromas (por ejemplo, vermut, licores de hierbas o frutas).
Cócteles: elaboraciones que mezclan distintas bebidas alcohólicas con zumos, refrescos o jarabes.
El alcohol puede consumirse de distintas maneras, dependiendo del entorno y la preferencia de la persona.
Bebido directamente: en vasos, copas o botellas, como es el caso de cervezas, vinos o tragos cortos de licor.
Mezclado en cócteles o combinados: con refrescos, zumos o bebidas energéticas, como en el caso del ron-cola, gin-tonic o caipirinha.
En chupitos: consumido en pequeñas cantidades de forma rápida, especialmente con licores o destilados.
Calentado o flameado: en bebidas como el carajillo o algunos cócteles con fuego.
Inicio y duración de los efectos
El alcohol tiene un inicio de acción relativamente rápido, que varía según la cantidad consumida, la velocidad de ingesta, si se ha comido previamente y la tolerancia individual.
Inicio: los primeros efectos suelen aparecer a los pocos minutos (5-10 minutos) tras la ingesta, y alcanzan su pico máximo entre los 30 minutos y 2 horas.
Duración: los efectos pueden mantenerse durante varias horas (2-6 horas aproximadamente), dependiendo de la cantidad consumida y del tipo de bebida. La eliminación del alcohol en el organismo es más lenta que la de otras drogas estimulantes, y puede prolongar algunos síntomas (como la somnolencia o la resaca) hasta el día siguiente.
El consumo continuado o en grandes cantidades aumenta la duración e intensidad de los efectos.
Efectos deseados y efectos adversos
El consumo de alcohol, especialmente en contextos recreativos o sociales, suele buscar:
- Sensación de euforia y bienestar.
- Desinhibición y aumento de la sociabilidad.
- Relajación y reducción de la ansiedad momentánea.
- Sensación de calor o confort físico.
- Aumento momentáneo de la confianza o la valentía.
Estos efectos deseados están relacionados con la disminución de la actividad del sistema nervioso central, que produce una sensación de «desconexión» de las preocupaciones o tensiones.
Efectos adversos
El alcohol también puede provocar efectos no deseados, incluso en consumos moderados:
- Dificultades en la coordinación motora y el equilibrio.
- Alteraciones en la memoria y la atención.
- Náuseas, vómitos y deshidratación.
- Cambios emocionales bruscos: irritabilidad, agresividad o tristeza.
- Mayor riesgo de conductas de riesgo (accidentes, discusiones, violencia).
En casos de consumo excesivo: intoxicación etílica, pérdida de conciencia o coma.
A largo plazo, el consumo continuado o excesivo de alcohol puede llevar a:
- Daños hepáticos (como hepatitis alcohólica o cirrosis).
- Problemas cardiovasculares.
- Trastornos digestivos (gastritis, úlceras, pancreatitis).
- Alteraciones cognitivas y emocionales (depresión, ansiedad, problemas de memoria).
- Dependencia y síndrome de abstinencia.
Riesgos de la sobredosis
El consumo excesivo de alcohol en un corto periodo de tiempo puede llevar a una sobredosis conocida como intoxicación etílica aguda o coma etílico. Este estado supone un riesgo grave para la salud y puede poner en peligro la vida.
Los principales riesgos y síntomas de la sobredosis de alcohol incluyen:
- Pérdida de conciencia o coma: el cerebro deja de responder a estímulos normales.
- Dificultad para respirar o respiración lenta e irregular: el sistema respiratorio puede colapsar.
- Bajada de la temperatura corporal (hipotermia): riesgo de parada cardíaca.
- Convulsiones: provocadas por la alteración de la química cerebral.
- Vómitos abundantes: pueden derivar en asfixia si la persona está inconsciente.
- Piel fría, azulada o pálida: signo de falta de oxígeno y fallo circulatorio.
Si se detectan algunos de los siguientes síntomas tras consumir alcohol: mareos intensos, desmayos, dolor de cabeza severo, dificultad para respirar, vómitos continuos, confusión, convulsiones o cambios en la coloración de la piel (palidez o tono azulado), se recomienda buscar asistencia médica urgente o llamar al teléfono de emergencias 112.
Efectos en las relaciones sexuales
El consumo de alcohol puede influir en la actividad sexual de distintas formas, dependiendo de la cantidad consumida y las características de la persona.
Aumento de la libido y la desinhibición: en dosis moderadas, el alcohol suele incrementar el deseo sexual y facilitar la confianza y la cercanía con la pareja o en entornos sociales.
Reducción de la ansiedad y de las inhibiciones: el efecto relajante del alcohol puede favorecer la comunicación y la predisposición para el encuentro sexual.
Alteraciones en el rendimiento sexual: aunque inicialmente puede parecer que facilita la relación sexual, un consumo excesivo puede provocar dificultades en la erección o en la lubricación, así como menor capacidad de respuesta y disfrute.
Riesgos en las relaciones sexuales
El consumo de alcohol puede tener un impacto significativo en las relaciones sexuales y en la toma de decisiones en ese contexto. Algunos de los principales riesgos incluyen:
Disminución del autocuidado y la percepción del riesgo: el alcohol desinhibe y puede llevar a mantener relaciones sexuales sin preservativo o sin otras medidas de protección, aumentando la exposición a infecciones de transmisión sexual (ITS).
Alteración del juicio y el consentimiento: bajo los efectos del alcohol, se pueden confundir o malinterpretar las señales de consentimiento y se pueden sobrepasar límites personales o de la pareja/s, incrementando el riesgo de situaciones no deseadas o abusivas.
Problemas físicos durante la actividad sexual: el alcohol puede causar disfunción eréctil o dificultad para excitarse y mantener el rendimiento sexual, así como aumentar el riesgo de lesiones físicas o incomodidades.
Vínculos emocionales o patrones de consumo: la asociación del consumo de alcohol con la actividad sexual puede generar dependencias emocionales o patrones difíciles de romper, como la necesidad de beber para poder disfrutar o desinhibirse durante el sexo.
Interacción con otras drogas y fármacos
El alcohol puede interactuar de forma peligrosa con múltiples sustancias, tanto medicamentos como drogas recreativas, amplificando sus efectos o generando reacciones adversas graves.
Algunas de las interacciones más comunes incluyen:
Medicamentos depresores del sistema nervioso central (como ansiolíticos, antidepresivos, somníferos y antipsicóticos): el alcohol potencia su efecto sedante, lo que puede causar somnolencia excesiva, dificultad para respirar, pérdida de coordinación o incluso coma.
Antibióticos y otros fármacos: en algunos casos, el alcohol puede disminuir la eficacia del tratamiento o causar efectos secundarios como náuseas, vómitos, mareos o dolor de cabeza intenso.
Drogas estimulantes (como cocaína o anfetaminas): el alcohol puede enmascarar los efectos de estas sustancias, aumentando el riesgo de consumo excesivo y toxicidad, además de elevar la presión arterial y el riesgo cardiovascular.
Opiáceos y analgésicos opioides: la combinación con alcohol incrementa el riesgo de depresión respiratoria grave, pérdida de conciencia y muerte.
Anticoagulantes y medicamentos para el corazón: el alcohol puede alterar la eficacia y aumentar el riesgo de sangrado o complicaciones cardiovasculares.
Interacción con antirretrovirales (ARV) para tratar el VIH
El consumo de alcohol puede afectar de diversas maneras a las personas que están en tratamiento con antirretrovirales (ARV) para el VIH, tanto en la eficacia del tratamiento como en la salud general.
Adherencia al tratamiento: el consumo de alcohol, especialmente en exceso, puede dificultar que las personas tomen sus medicamentos de forma regular y correcta, lo que puede reducir la eficacia del tratamiento y favorecer la resistencia viral.
Interacciones farmacológicas: aunque la mayoría de los ARV no presentan interacciones directas graves con el alcohol, algunas combinaciones pueden aumentar el riesgo de toxicidad hepática o efectos secundarios, dado que tanto el alcohol como muchos ARV se metabolizan en el hígado.
Efectos hepáticos: el alcohol puede aumentar el daño al hígado, especialmente en personas con coinfección por hepatitis B o C, o con enfermedad hepática preexistente, lo que puede complicar el tratamiento y la evolución del VIH.
Sistema inmunitario: el alcohol puede debilitar la respuesta inmunitaria, lo que podría dificultar el control del virus y aumentar la susceptibilidad a infecciones oportunistas.
Salud general: el consumo excesivo de alcohol está asociado a un mayor riesgo de problemas cardiovasculares, neurológicos y sociales, lo que puede afectar negativamente la calidad de vida y el pronóstico de las personas con VIH.
Es recomendable compartir con tu equipo médico si consumes sustancias recreativas, así podrán acompañarte mejor y ajustar el tratamiento para cuidar tu salud de la forma más segura posible.
Más información sobre interacciones: Infodrogas-VIH del Grupo de Trabajo sobre Tratamiento del VIH (gTt-VIH).
Recomendaciones para reducir los riesgos
Reducir los riesgos asociados al consumo de alcohol es fundamental para minimizar los daños que su uso puede ocasionar. Si decides consumirlo, existen algunas estrategias que pueden ayudarte a cuidar tu salud y seguridad.
Controlar la dosis y la frecuencia
Comienza con cantidades pequeñas: si no tienes experiencia o hace tiempo que no consumes alcohol, empieza con dosis bajas para observar cómo reacciona tu cuerpo. Evita aumentar la cantidad rápidamente.
Escucha a tu cuerpo: presta atención a las señales que te da después de beber y ajusta la cantidad según tu tolerancia y estado físico.
Toma descansos: evita consumir alcohol de manera continua o repetida en poco tiempo para permitir que tu organismo se recupere y reducir la acumulación de riesgos.
Evitar mezclar con otras sustancias
Infórmate sobre las interacciones: algunas combinaciones pueden ser muy peligrosas, especialmente con medicamentos, drogas recreativas o depresores del sistema nervioso central.
Evita mezclar alcohol con antirretrovirales (ARV) sin supervisión médica, para no afectar tu tratamiento o aumentar efectos secundarios.
Mantenerse hidratado y cuidar el cuerpo
Bebe agua regularmente para evitar la deshidratación durante y después del consumo.
Come antes y mientras consumes alcohol para ralentizar su absorción y evitar molestias estomacales.
Descansa lo suficiente y evita el consumo en ambientes calurosos o cuando realices actividades que requieran atención o coordinación.
En entornos sexuales
Habla sobre límites y consentimiento: el alcohol puede reducir inhibiciones y afectar la comunicación, por lo que es importante establecer con claridad los límites y las expectativas antes de consumir y mantener relaciones sexuales.
Usa protección como preservativos y barreras dentales para prevenir infecciones de transmisión sexual (ITS).
Considera el uso de lubricantes a base de agua o silicona para evitar daños físicos, especialmente en prácticas como el sexo anal.
Si estás en riesgo de exposición al VIH, infórmate sobre la PrEP y la PEP y realiza pruebas regulares de ITS para cuidar tu salud sexual.
No consumir solo
Si decides consumir alcohol, hazlo en compañía de personas de confianza que puedan ayudarte en caso de emergencia.
Conocer los efectos y riesgos del alcohol te permitirá reconocer señales de advertencia de intoxicación o reacciones adversas.
Establecer límites claros
Saber cuándo detenerte es clave para mantener el control y evitar consumir más de lo planeado.
Comunica tus límites si consumes en grupo para reducir la presión social y tomar decisiones más seguras.